Revista Arte al dia, Marcela Costa Peuser, 2011

Cordón vegetal

Celebrar la vida, de eso se trata la instalación Cordón vegetal que Isabel de Laborde presenta en la sala J del Centro Cultural Recoleta. Porque el paraíso existe y está dentro de cada uno de nosotros... sólo hay que saber verlo. Isabel encuentra el paraíso a cada paso en su alegre andar por los paisajes de la Patagonia: junta, talla, pinta e interviene con brillantes esmaltes cerámicos las maderas calladas y largamente acariciadas por los ríos y los lagos, y las transforma en obra.

Para esta artista franco-mexicana que vive y trabaja entre Buenos Aires y San Martín de los Andes desde 1980, este Cordón vegetal, representa esos vínculos afectivos que cada uno de nosotros va tallando a su alrededor.

La actual muestra, en la que está trabajando desde el 2008, es un homenaje a sus padres, en ella incorpora una serie de dibujos de etapas anteriores que dialogan con estas tallas y que, gracias a la alquimia de la creación, trasmutan sus vetas quemadas por un rayo o esmeriladas por el viento, en un espíritu que renace lozano como un nuevo ser.

La artista, que estudió dibujo con Aurelio Macchi y con Eduardo Stupía, pintura con Carlos Gorriarena y Yuyo Noé, grabado con Matilde Marín y Lucrecia Urbano, litografía con Lucrecia Orloff, y cerámica con Alejandra Jones, dialoga con cada una de las piezas encontradas, las escucha y a cada una de ellas les brinda la posibilidad de una nueva vida. A veces se transforman en escudos con incrustaciones de coloridos esmaltes que brotan como la savia viva entre sus vetas. Otras se convierten en cálido abrigo de madera que conserva la belleza exterior del tronco asemejándose a la suave piel de un animal patagónico, al tiempo que su interior adquiere la textura de la piedra oxidiana gracias a un impecable estucado trabajado con miles de lijas y una encáustica de cerca con pigmentos rojos, taponado con grises y negros.

Cuenta Isabel de Laborde que Cordón vegetal tiene tres ramas: las maderas, los dibujos y dos plantaciones de árboles que hizo con su marido; son dos hexágonos de 90 ejemplares y cada uno de ellos representa a sus padres, unos dorados y los otros sanguíneos. cada uno de esos árboles serán donados a aquellas personas a las que las una un fuerte vínculo constituyendo así un gran cordón de afectos.

El amor es como el sol, ilumina y nos llena de energía. Y así de luminosa es la obra de Isabel de Laborde. Dorada y sanguínea; para celebrar la vida.

Marcela Costa Peuser