Ramona web, El paisaje patagónico es parte de mi paisaje interior, Viviana Fischler, 2011

“El paisaje patagónico es parte de mi paisaje interior” Isabel de Laborde

Por Viviana Fischler para Ramona web. 17 de junio del 2011

La piel es el órgano más sensible y extenso que tenemos los seres humanos. El tacto complementa e intensifica las percepciones captadas a través de los otros sentidos, para luego transmitirlas hacia la interioridad del ser y traducirlas al lenguaje de la subjetividad, dándole forma al mundo que nos rodea de manera única y particular. La exhibición Cordón vegetal expresa esta conectividad existente entre el individuo y su entorno, relación tan única y original como seres existen en el planeta.
La disposición de las obras en la sala del CCR nos sugiere un recorrido espiritual, que evoca no sólo el paisaje inconmensurable del Sur argentino, sino la vida que en él habita y anida, dejándonos experimentar a cada uno de nosotros el modo en que nos interrelacionamos con todo esto. Lo velado y lo revelado. Un paisaje vivo que late, respira y suena, cuya fría temperatura se torna cálida y acogedora en virtud de la magia que opera el trabajo realizado por Isabel de Laborde. Su obra es producto de una refinada observación, respeto y afecto por la naturaleza. Algo verificable en la nobleza y el buen trato prodigado a los materiales utilizados, a los que ha sumado la sabiduría del tiempo para decantarla en una fusión de formas y colores, dando lugar a la creación de lenguajes bi y tri dimensionales.
 Las paredes de la sala revestidas por una serie de trabajos en papel y en tela, en los que se combinan la serigrafía y el frottage, las tintas y la pintura, contribuyen a crear la ilusión de un entorno ilimitado en el que se perciben las huellas de un paisaje que parece perderse en la distancia. Es dentro de ese espacio figurado, que la artista plástica ha ubicado su cordón vegetal simbolizado en un conjunto de esculturas realizadas con troncos rotos, quemados o ahogados. Unos, hallados en sus largas caminatas exploratorias, y otros traídos por los vecinos que tocan a la puerta de su taller patagónico. Trozos de lo que alguna vez fueron árboles. Sauces, álamos, lengas, cipreses y pinos ponderosa, han sido trabajosamente lijados y pulidos, algunos pintados y dorados a la hoja o trabajados con estuco y encáustica, otros intervenidos con coloridas incrustaciones biomórficas de brillante esmalte cerámico. Tallas que parecen volver a la vida, en virtud del amor y la habilidad con que las mágicas manos de la artista han tratado a las maderas.
 Algo que Isabel de Laborde logra -sin duda alguna- con exquisita factura, delicada sensibilidad y una sutileza capaz de transportarnos a la Patagonia… y a nuestra interioridad.
 Sin embargo, ésta es sólo una parte del mensaje al que ella hace referencia con sus pinturas, tintas, grabados y esculturas. La otra parte que completa el mensaje, se ubica fuera de ese espacio figurado, en el espacio real a unos mil quinientos kilómetros, donde la exhibición tiene su correlato. Dos plantaciones hexagonales con noventa árboles cada una, realizadas por la artista y su marido en honor a sus padres, serán donados a las personas “que de alguna manera tuvieron, tienen o tendrán un vínculo con ellos y con los ciclos de la vida, constituyendo un gran cordón vegetal de afectos y también un cordón umbilical con la madre Tierra.”
 Es la concientización del entorno -el paisaje de la Patagonia, en este caso- llevada al nivel de lo vivencial y de lo espiritual, para obligarnos a pensar en la importancia que la preservación de la naturaleza tiene para la vida en este mundo. Tema de tremenda actualidad que nos toca profundamente, a propósito de los avatares de la naturaleza que por estos días asolan la región a riesgo de convertirla en un lugar árido, ríspido e inhóspito si, como argentinos no tomamos cartas en el asunto. Un buen ejemplo es el primer paso que los ciudadanos de cada una de las ciudades afectadas, con comprometido sentido comunitario, han dado durante los últimos días llevando adelante una ardua tarea para limpiar las cenizas esparcidas por la erupción del Puyehue, volcán del complejo volcánico chileno Cordón Caulle.
 El paisaje de la Patagonia, como el paisaje subjetivo del ser, es de una inmensidad aparentemente ilimitada. Recorrerlo implica también la aventura de recorrer nuestra propia interioridad, camino que conduce a la redefinición de uno mismo. Y a partir de ese nuevo ser, percibirnos un todo con la naturaleza que nos rodea. En su inconmensurabilidad es posible recuperar los sonidos y la plenitud que nos vuelven más conscientes de la conexión con lo natural y lo universal, así como también de la importancia que esta toma de conciencia posee para nosotros. Antes que los sueños y promesas patagónicos queden sepultados y puedan continuar viviendo en cada uno de sus habitantes, en cada argentino, en cada uno de nosotros.